No Todo Es Luz: Cómo el Machismo Se Disfraza de Espiritualidad

Del yoga al reiki, del tantra a los círculos de sanación: el universo espiritual también puede esconder viejas estructuras de poder bajo palabras bonitas.

La industria del bienestar se presenta como un espacio de luz, equilibrio y sanación. Pero en medio de afirmaciones como “todo es energía” y “el amor lo cura todo”, también se ocultan narrativas sexistas que siguen reproduciendo desigualdades. Hablamos del machismo espiritual, una forma de violencia simbólica disfrazada de espiritualidad.

¿Qué es el machismo espiritual?

Es un fenómeno donde se utilizan discursos místicos o espirituales para justificar roles de género tradicionales, limitar la autonomía femenina o reforzar estereotipos. Ocurre cuando se dice que “la mujer debe estar al servicio”, que “su poder está en lo maternal” o que “el hombre lidera y la mujer contiene”, como si eso fuera una verdad sagrada.

También se manifiesta en dinámicas de poder dentro de comunidades espirituales: maestros gurús hombres que acaparan la autoridad, que predican sobre amor propio pero se relacionan desde el ego, y que en algunos casos han sido denunciados por abuso o manipulación emocional.

Espiritualidad no es sinónimo de igualdad

Muchos espacios de bienestar promueven ideas de armonía, pero al mismo tiempo excluyen, invalidan o silencian otras voces. Se romantizan los roles femeninos tradicionales, se invisibilizan identidades LGBTIQ+ y se culpa a las víctimas de su “baja vibración” cuando atraviesan procesos difíciles.

El problema no es la espiritualidad, sino su uso como vehículo para mantener estructuras desiguales. El discurso cambia, pero el control permanece.

¿Qué señales debemos identificar?

  • Mensajes que romantizan el sufrimiento femenino como parte del “camino espiritual”.
  • Maestros o terapeutas que se presentan como figuras incuestionables.
  • Espacios donde se promueven “energías masculinas y femeninas” rígidas y excluyentes.
  • Lenguaje que invalida el enojo, la crítica o la inconformidad como “vibraciones bajas”.

¿Es posible una espiritualidad feminista?

Sí. Existen muchas comunidades que están replanteando el bienestar desde el cuidado mutuo, el consentimiento, la horizontalidad y el respeto por la diversidad. Una espiritualidad feminista no impone, no juzga y no explota. Escucha, acompaña y transforma desde la conciencia social, no solo energética.

Conclusión

No todo lo que brilla es luz. Y no todo lo que se dice espiritual es justo. Reconocer el machismo espiritual es el primer paso para construir espacios de bienestar verdaderamente sanadores, donde la equidad no sea una nota al pie, sino el corazón del proceso.

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