Ser consciente, informado y políticamente correcto no solo agota… también duele. ¿Qué pasa cuando el activismo se convierte en una carga más?
Durante los últimos años, ser woke —estar despierto frente a las injusticias sociales, ambientales, raciales o de género— se volvió casi una exigencia moral. Estar informado, señalar lo incorrecto, compartir causas, corregir discursos. Todo eso, en medio del caos cotidiano, la ansiedad colectiva y un algoritmo que no descansa.
Lo que empezó como un despertar político y necesario, ahora también genera otro tipo de peso: el de no estar haciendo “lo suficiente”.
¿Qué es la fatiga woke?
Es el agotamiento emocional que surge de intentar estar al día con todas las causas, denunciar cada injusticia, consumir solo éticamente, corregir lenguaje y estar presente en todas las conversaciones… sin descanso. Un tipo de cansancio moral, que mezcla culpa, frustración e impotencia.
Se siente como un loop: sabes que algo está mal, quieres cambiarlo, pero no sabes cómo —o sientes que nada es suficiente.
¿De dónde viene este agotamiento?
- La sobreexposición a noticias violentas o injusticias diarias.
- La presión de estar constantemente informadx y posicionadx.
- El miedo a “decir algo mal” o no estar lo suficientemente educadx.
- El desgaste de señalar todo… incluso cuando no eres escuchadx.
Además, el activismo digital puede generar una doble carga: el compromiso real, más el juicio constante de una audiencia que espera coherencia total, 24/7.
Cuando ser consciente se vuelve autoexigencia
En una cultura hiperconectada, muchos jóvenes activistas enfrentan burnout emocional sin haber tenido tiempo de sanar las causas que los motivaron a luchar. La línea entre la acción y la autoexigencia extrema es cada vez más delgada.
¿Dónde queda el autocuidado? ¿Está mal desconectarse? ¿Quién nos cuida mientras intentamos cuidar al mundo?
Activismo con pausa: ¿una contradicción?
No lo es. De hecho, el verdadero cambio requiere comunidad, descanso y procesos sostenibles. Ser woke no significa estar disponible todo el tiempo ni tener todas las respuestas. A veces, apagar el celular, respirar profundo o decir “hoy no puedo” también es parte del camino.
El cambio no es inmediato ni individual. Y para sostenerlo, necesitamos energía, red y humanidad.